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Que hay edades en las que los niños se vuelven más selectivos con los alimentos no es novedad. Tampoco que si se les da a elegir entre una verdura y un snack pocos optarán por la primera.
Sin embargo, fuera de toda liviandad con la que pueda tomarse el tema, preocupa a los especialistas los resultados de un reciente estudio llevado a cabo en el país.
Es que según se vio, sólo el 5% de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) consumen de manera simultánea alimentos recomendados por las Guías Alimentarias (GAPA) en cantidad frecuente (aceptable o adecuada). En el extremo opuesto, el 38% los consume, también simultáneamente, en forma regular o inadecuada. El resto (57%) tiene una alimentación de calidad media, en la que alguno o varios de los grupos de alimentos protectores o saludables se consumen en cantidades inferiores a las recomendadas.
Asimismo, cuando alguno de esos grupos de alimentos —verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, lácteos, carnes— registran bajas frecuencias de consumo, la alimentación pierde calidad, variedad o ambas cosas a la vez.
Los datos fueron recolectados en un trabajo conjunto entre el Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA), en el marco del Proyecto PISAC-COVID-19 de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y forman parte de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) 2021.
El estudio indagó la frecuencia y ocasiones de consumo de alimentos recomendados (verduras, frutas, legumbres, cereales, lácteos, carnes) y no recomendados (gaseosas, galletitas dulces y pastelería y golosinas) y comparó las respuestas con las recomendaciones de las GAPA y las emergentes de una reciente revisión de CEPEA que condujo al diseño de canastas sustentables.
Según vieron los especialistas, las brechas más amplias ocurren en el consumo de legumbres (y cereales integrales), verduras y frutas: en todos esos grupos más del 70% de los NNyA presentan frecuencias de consumo genéricamente bajas. En el extremo opuesto, el patrón de consumo de carnes refleja mejores resultados: aún en los hogares de nivel socioeconómico muy bajo es mayor la proporción de quienes se acercan a las recomendaciones y en algunos casos tienen un patrón de consumo alto (en el promedio, un 13% de NNyA).
Pero la conclusión del estudio es que la calidad de la alimentación empeora a medida que disminuye el nivel socioeconómico de los hogares.
El consumo de lácteos mostró un patrón aceptable, en particular en el análisis de la calidad de los desayunos: el 90% de los NNyA los incluye, de alguna forma (ya sea solo, en infusiones o como yogur). Un tercio del aporte de lácteos proviene de leche en infusiones (no se registraron cantidades de cada componente) y a la vez casi la totalidad (98%) de los desayunos que combinan lácteos con algún otro grupo de alimentos tienen a los panificados o cereales como principal acompañante.
El estudio también analizó el patrón de consumo de algunos alimentos característicos entre los no recomendados y halló que el 27% y 15% de los NNyA tienen un patrón de consumo frecuente de gaseosas y pastelería, dos categorías trazadoras de exceso de azúcar en la dieta infantil, en ambos casos con tendencia a empeorar a medida que mejora el nivel socioeconómico de los hogares.
Finalmente, también se analizó el patrón combinado de consumo de ambos tipos de alimentos (recomendados y no recomendados), a través de un puntaje de calidad que suma cuando el patrón de consumo de los primeros es frecuente y resta cuando sucede lo propio con los segundos. Según este criterio, el 64% de los NNyA tiene un patrón de calidad bajo y la mayor contribución está representada por los consumos poco frecuentes de alimentos protectores.
El estudio de ODSA-UCA y CEPEA revela una preocupante situación de la alimentación infantil en 2021. La mayoría de los NNyA muestra un patrón de consumo inconsistente con las recomendaciones nutricionales, en especial por la frecuencia inadecuada de tres grupos alimentarios habitualmente deficitarios y de origen vegetal: verduras, frutas y legumbres (junto a cereales integrales). El déficit es mucho menor en lácteos y aún más bajo en carnes (grupo en el que incluso las recomendaciones de las GAPA locales son mayores que las recomendaciones internacionales).
“Los consumos poco frecuentes de alimentos protectores terminan siendo los de mayor incidencia en la baja calidad que caracteriza a la dieta infantil”, concluyeron los especialistas.