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En numerosas oportunidades apelamos a la necesidad de humanizar la heredad institucional de la que participamos como comunidad, más allá de referencias meramente históricas.
Conocer con nombres propios la vocación de servicio de hombres y mujeres comunes que encarnaron el desafío de dejar de lado la individualidad para construir solidaridad desde el mutualismo, el vecinalismo servicial o la empatía para con los otros, es un ejercicio justo pero al mismo tiempo necesario.
Hace algunas horas falleció en la ciudad Mary de Tintilay, hacedora cultural junto a su esposo, Celso Tintilay, levadura ideal de numerosas iniciativas que permitieron a toda una generación encarnar la fortaleza que Punta Alta tiene desde la multiculturalidad de regiones y provincias.
Junto a su marido, fallecido en agosto de 2017, integró comisiones que permitieron la participación a otros tantos provincianos, convirtiendo en realidad homenajes como el Monumento a las Provincias Argentinas, la Asociación de Residentes Jujeños y las comisiones de la Capilla Virgen Niña.
Celebraciones como fiestas patronales, los carnavales con su desentierro y entierro, el ballet folclórico, la Pachamama o el Éxodo Jujeño, están impregnado de una pasión que no ha sabido jamás de imposibles.
En uno de los últimos registros de 2015, que compartimos en la imagen fotográfica, Celso y Mary Tintilay aparecen junto a Mercedes Burschaschi, minutos después de compartir la ceremonia de la Pachamama, frente al Centro Cultural de la Estación Solier.
Una síntesis para no olvidar pero fundamentalmente para decir eternamente gracias.