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CULTURALES | NOTICIA FECHA: 28/08/2018
Justo homenaje para una emblemática figura de la cultura rosaleña

El anfiteatro del parque se denominará Haydeé Mella de Ferretti

El anfiteatro del parque se denominará Haydeé Mella de Ferretti

A propuesta del bloque oficialista de Cambiemos Rosales, el Concejo Deliberante rosaleño aprobó la designación con el nombre de Haydeé Luisa Mella (de Ferretti) al anfiteatro ubicado en el interior del Parque San Martín, en lo que representa un justo homenaje para una de las figuras más destacadas de la cultura y el arte de la ciudad.

Popularmente conocida como Haydeé Ferretti, se destacó como profesora de música y maestra de coros, llegando a promocionar mediante su tarea a una pléyade de figuras que se destacan como solistas o integrando actuales formaciones corales.

Nacida en Ingeniero White, el 4 de enero de 1934, vivió sus años de infancia en López Lecube, donde su padre trabajó para el Ministerio de Obras Públicas. Luego la familia se afincó en Punta Alta, habiendo concluídos sus estudios primarios en la Escuela Nº 99, actual EP Nº 23.

En cuanto a sus estudios secundarios los inició en el ex Colegio Nacional pero los culminó en la Escuela Normal Superior de Bahía Blanca, de donde egresó con un título para ejercer el magisterio nacional.

En 1953 la joven docente, en estricto cumplimiento de la circularidad histórico-temporal que tanto acicateaba a un tal Jorge Luis Borges, volvió a su querida Escuela 99.

La directora del establecimiento, apellidada Peña --nombre de rancia estirpe en el mundillo educativo-- le encargó la formación del coro de ex alumnos, para aprovechar sus conocimientos musicales debidamente aprendidos como profesora de piano, con el instrumento y las partituras traídas por su padre en sus frecuentes viajes a la ciudad capital de los malos aires.

Una vez titularizada asumió su primer cargo en la Escuela 2 en la que, como no podía ser de otra manera, complementó la actividad áulica con la creación del coro del establecimiento.

En 1963 dicho trabajo fue observado por el inspector de educación, quien impresionado por sus cualidades, la designó maestra especial de música, con cuyo cargo se desempeñó en esa casa de estudios y en la 4.

Un lustro después asumió como profesora de música en el Instituto Cansossiano, adonde dictó clases durante muchos años y, por supuesto, formó el coro, cuando ya también era profesora de flauta dulce.

Pero el verdadero segundo hogar fue su querida Escuela 14, la de Villa Mora, allá en el fin del mundo adonde termina la ciudad y pululan los tamariscales y los salitrales. Fue maestra, directora y cerró su actividad docente al llegarle su jubilación.

Despuntó el vicio de la poesía --compuso canciones para sus hijas, para las amigas y hasta para los choferes que transportaban a las coreutas-- y el de la pintura. Pero fue la música la que hizo sentir plena y estigmatizó su pasión artística. He aquí un capítulo aparte de su polifacética vida, el más prolífico de todos.

En 1978 formó la Agrupación Infantil Coral Punta Alta, el recordado "Coralito", cuya estructura sirvió para su municipalización en 1984 como Coro Municipal de Niños y Adolescentes, mediante la gestión del director de Cultura del municipio, alguien que amó a la música coral, el profesor Néstor Francischelli, cuya dirección le fue confiada.

La simbiosis fue perfecta. Las actuaciones en la ciudad, la región, la provincia, el país y el extranjero acaecieron sin solución de continuidad, y fueron tantas que es imposible reseñarlas en este espacio evocativo. Alcanza con decir que ella y sus jovencitas devinieron embajadoras culturales rosaleñas genuinas.

Los premios y reconocimientos también fueron innumerables: el Alfil en 1986; los del festival gaélico del Eisteddfod, en Gaiman, Chubut; los Torneos Juveniles Bonaerenses, desde 1992, en los que se cansaron de ganar finales que hasta las llevaron a Italia; la estatuilla Néstor Francischelli a la Trayectoria Cultural, en 2002, por citar algunos.

Haydée Mella sentó cátedra y bajo su influjo y protección muchas de sus discípulas hoy son famosas en el país y en el mundo. La folklorista Belén Steingold; la tanguera Stefanía Hollman, quien llevó su cuerda de soprano a escenarios estadounidenses y a al mismísimo Scala de Milán; Anahí Miguera, cantante pop; Luciana Tomalino, quien nos hizo quedar tan bien en los festivales de Cosquín y Baradero; Cecilia Ghilardi, intérprete profesional en España.

También dejó una casta que continúa sus pasos integrada por, entre otras, Sofía Logatto, Mariela Vallati, Valeria Llaría --cabal heredera de su agrupación coral--; Lorena Polidori, una hija del alma de la familia.

Mendoza, Carmelo --nuestra ciudad hermana en Uruguay--, Hurlinghan, Foz do Iguazú, Bahía Blanca, Coronel Dorrego, Mar del Plata, Villa Allende, La Plata, son algunas de las tantas ciudades cuyos escenarios hicieron resonar el eco de sus gráciles voces.

Se había casado con Oscar Nicolás Ferretti, un hombrote del básquetbol rosaleño cuya portentosa voz no era precisamente adecuada para la actividad coral. María Emilia, Ana Claudia y Silvana Andrea fueron las vástagos a las que se sumó la citada Polidori.

Todos ellos acompañaron sus últimas horas cuando, cruel ironía del destino, un tumor cancerígeno en el maxilar inferior la arrastró al final y la elevó al Cielo musiquero.

Allá arriba Santa Cecilia le ha cedido la batuta de los coros de querubines. Desde abajo, su amigo musical, el arreglador bahiense Alberto Tramontana, junto al Grupo Vocal Acento, pergeña decoraciones para las piezas del cancionero etéreo.

FUENTE: Sergio Soler
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