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RELIGIÓN | NOTICIA FECHA: 27/02/2018
A 33 años de su tránsito al paraiso

Con una misa será recordada María Cecilia Perrín, Sierva de Dios

Con una misa será recordada María Cecilia Perrín, Sierva de Dios

Con la celebración de la santa misa será recordada en María Auxiliadora, la figura y legado de María Cecilia Perrín de Buide, puntaltense Sierva de Dios y representante del movimiento de los Focolares.

El homenaje se realizará el venidero jueves, 1 de marzo, a las 19:30 horas coincidente con su 33 aniversario de su tránsito al paraíso.

María Cecilia Perrín de Buide nació en Punta Alta, provincia de Buenos Aires, el día 22 de febrero de 1957. Sus padres son Angelita y Manolo. Cecilia es la tercera de cinco hermanos.

A los seis meses de casada con Luis, Cecilia quedó embarazada, noticia que les llenó de júbilo, teniendo la plena conciencia de que un hijo es alguien a quien Dios quiere traer al mundo valiéndose del amor de dos personas.

A los tres o cuatro meses de este gozoso acontecimiento, a Cecilia le salió una pequeña llaguita en la lengua, comenzando así días de muchas consultas, análisis y tratamientos. Pero éstos resultaban algo complicados de realizar por razón del embarazo. Cada situación la vivían con mucha paz, ayudándoles a descubrir la alegría de vivir el momento presente y ella agradecía a Jesús el permitirle experimentar lo que es la Vida y cómo vivirla.

Una cosa tenía clara, que después de exigirle al médico que le dijese la verdad de su estado, no quería perjudicar a la criatura en gestación con tratamientos violentos, quería hacer la voluntad de Dios hasta las últimas consecuencias. Se apoyaba como sobre cuatro pilares: su profunda fe; su amor a Jesús crucificado y abandonado, que pone en acción la obra de la redención; el afecto de su marido, familiares y amigos; y la fuerza de la unidad con quienes compartían su Ideal.

Más tarde supo que lo suyo era irreversible y que debería permanecer en la capital el tiempo que fuera necesario. Por esta razón alquilaron un pequeño apartamento. Los padres, para estar cerca de ella y acompañarla, también se trasladaron a Buenos Aires, donde vivía la otra hija.

A pesar de la enfermedad vivían con ilusión la llegada del bebé, cuya vida trataba siempre de proteger, conscientes de que pasase lo que pasase, todo era amor de Dios.

Le propusieron hacer una operación, pero como la consecuencia era que la alimentación que le iban a suministrar no era suficiente para el desarrollo del bebé, la descartaron. Luego le propusieron un aborto terapéutico, idea que tanto ella como su marido desecharon, en consonancia con sus principios de fe. De aquí que algunos médicos se quedaron perplejos al ver la aceptación del alto riesgo que corría la vida de la madre.

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