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INTERÉS GENERAL | NOTICIA FECHA: 15/04/2018
Reflexiones de la voluntaria Belén Monje sobre los refugiados

“El valor de la vida está por sobre la desgracia de la guerra“

“Ante los recientes bombardeos en Siria nos escandalizamos, exclamamos asombro y pena en nuestras redes sociales, como si la guerra allí estuviera en sus comienzos (aunque lleva ya 7 años). Realmente no tenemos conciencia del otro. Todo muy triste, pero el valor de la vida está por sobre la desgracia de la guerra”, la expresión corresponde a la puntaltense Belén Monje, voluntaria de la organización REMAR, quien tuvo oportunidad de participar de una experiencia de asistencia a refugiados de Medio Oriente en Grecia.

Su vivencia, reflejada a pura emoción y sentimiento en su libro “Amando sin fronteras”, es también un crudo relato sobre las consecuencias del desplazamiento de centenares de miles de personas que lo pierden todo a causa de la guerra y que no logran ser asistidos integralmente con la dignidad que merecen, en un trauma que los habrá de acompañar el resto de sus vidas.

“Los conflictos bélicos en Medio Oriente suenan desde la perspectiva de nuestra región en el mundo como algo natural aunque no lo son. La expresión “siempre se están matando por allá” es recurrente, aunque no existe suficiente información e interés por el tema más allá de la impronta mediática del momento. La crisis de los refugiados sirios en Europa, consecuencia de años de guerra anteriores al bombardeo de estas horas, no nos conmueve como antes. Ya no son noticia. Pensamos infundamente que su situación se habrá resuelto. Como es un tema lejano para nosotros, tratamos de simplificarlo, lo politizamos y buscamos definir a los culpables, como si fuera tan fácil el análisis”, indicó Belén.

“Nos acostumbramos a leer sobre miles de niños y adultos que son atacados y masacrados en sus propios países. La agonía psíquica que padecen los refugiados que huyen de esas guerras, es algo muy abstracto a nuestra cotidianidad. Por eso, ante un episodio más dramático que lo habitual por esos lados, reaccionamos con efervescencia, pero es temporal, pronto lo vamos a olvidar”.

“Como olvidamos las otras guerras que existen y los refugiados que llevan viviendo años en campamentos insalubres. ¡Tanta vulneración de los derechos: infancias violentadas, familias quebradas, vidas traficadas, mentes traumadas! No hacemos mucho, ni nos involucramos en profundidad, no nos comprometemos con esa causa, ni nos organizamos como ciudadanos globales para defenderlos”.

“Las guerras y los refugiados nos emocionan de vez cuando, cuando alguna imagen visualmente fuerte nos llama la atención. Pero con el correr de los días otras cosas ocuparán nuestros pensamientos. Realmente no tenemos conciencia del otro”, concluyó.

Belén en primera persona

“Una tarde algunos voluntarios fuimos a Plaza Victoria (en Atenas) a repartir comida a los refugiados de aquel lugar. ¿Quién estaba ahí?. Ella, Zahra. Ambas nos sorprendimos y comenzamos a hablar. A fin de evitar silencios incómodos porque no nos conocíamos en profundidad, le hice varias preguntas sobre su vida en Afganistán, familia y deseos. Zahra tenía 24 años y hacía tiempo que estaba casada. Tenía dos hijos varones: Alí de 5 años y Hussain de 2. Siempre llevaba puesta ropa islámica generalmente de color gris, bien prolija. Entre tanta gente podrías reconocer su velo porque era como ella, delicado.

“Toda su familia había quedado en Afganistán. Por supuesto que los extrañaba mucho y no podía comunicarse con ellos. Además era poco probable que alguna vez volviera a verlos. Su anhelo era llegar a Alemania y estudiar medicina. Me dijo que si bien Grecia le gustaba la vida en el campamento de Malakasa era deprimente. La comida desabrida que daba el Ejército, las duchas escasas, vivir amontonados, el futuro incierto y peligroso, sufrir inundaciones en las tiendas cuando llovía, solo por mencionar algunas cosas”.

"Amando sin Fronteras", 2018

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