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INTERÉS GENERAL | NOTICIA FECHA: 02/04/2018
"Al fin te encontré"

Viaje de un puntaltense a Malvinas

La guerra de Malvinas sin duda alguna nos marcó a fuego, dejó en nuestra memoria la alegría del 2 de abril, el dolor de los comunicados y la desesperación en los familiares por los desaparecidos en combate.
Nada, nada hará que esos acontecimientos se borren cuando sólo basta con cerrar los ojos para sentir todos esos sentimientos que inundan el corazón con lágrimas.

A casi 36 años después de aquel 2 de abril, un grupo de familiares se prepararon para visitar las Islas, para visitar la tumba de ese familiar que quedó allí. Pero esta vez hay una gran diferencia pues las placas recordatorias de soldado argentino sólo conocido por Dios, se borrará con el viento para escribir el nombre del Héroe.

Durante la noche, antes del vuelo, el sueño se diluyó entre los nervios y la ansiedad. Recostados, con los ojos fijos en el techo sin mirar, escuchando los latidos del alma como marcando el tiempo hasta el momento de la partida.

La oscuridad se ilumina con las luces de la ciudad que marcan el inicio de la travesía, todos juntos, una gran familia de desconocidos unidos por esos sentimientos encontrados. La ventanilla se transforma en un televisor que al pasar solo miramos sin observar lo que sucede.

Otra vez el silencio, es que esa roca en el estómago que impide respirar anuncia el pronto despegue hacia ese momento tan esperado, ese momento histórico, ese momento en el que un Héroe de la Patria se encontrará con sus padres, sus hermanos, hijos, tíos o primos, es el reencuentro con un ser tan querido.

De pronto el comunicado del comandante del avión trae de regreso a los pasajeros a la realidad, iniciando descenso sobre las Islas Malvinas. Alegría y lágrimas se pueden ver en cada rostro, mientras que afuera la oscuridad inmensa cubre la tierra.

Al fin llegó ese instante tan esperado, la puerta se abre y la brisa del sur de nuestro País da la bienvenida. Es imposible contener las lágrimas al poner un pie en tierra porque con la velocidad de un relámpago se presentan ante los ojos los rostros de los veteranos y los oídos parecen escuchar nuevamente cada historia de la guerra.

Mientras el sol se despierta se puede divisar el paisaje, otra vez una ventanilla, pero ahora cada detalle se graba en la memoria. La tierra se filtra en el colectivo como tratando de comprobar que estamos allí, que es cierto que llegamos para acompañarlos al menos por unos minutos en esa vigía eterna.

Se detiene la marcha. Tiemblan las piernas. Ese nudo en la garganta lucha por desatarse para dejar escapar tanta angustia contenida durante casi 36 años.

El silencio del cementerio es atravesado una y otra vez por el llanto de las madres, gritos desesperados buscando al hijo una vez perdido.

Rodilla en tierra, manos entre las piedras que cubren las tumbas, cerrando fuerte el puño como si de un abrazo se tratara. Cuánto tiempo pasó, cuántas veces en las noches soñamos con ese momento del abrazo. Mientras tanto, en cada rincón del cementerio se podía oir…”AL FIN TE ENCONTRÉ”.

Después de la tormenta siempre llega la calma, después del llanto, al levantar la vista se podía observar la PAZ.

Sentados frente a la cruz conversando con ese centinela que aguardaba la visita, sentada frente a la cruz esa madre que derramó su amor y al filtrarse entre las rocas se fundió en un beso en la frente de su hijo como cuando era pequeño.

Sobre la colina las imágenes de los combates nos visitaban, todo lo que vivieron en esa tierra, tanto sufrimiento, tanto dolor. Orgullosos de defender nuestra bandera, bravos valientes que lucharon hasta perder la vida. Y es por ello que en un instante nuestros pechos se hincharon de orgullo, por NUESTROS HÉROES y con un grito de libertad, de dolor, de esperanza, resonó en esa inmensidad ¡¡¡VIVA LA PATRIA!!!

Un viaje de regreso al pasado mirando al futuro, un capítulo del libro que se cierra, imágenes que quedarán grabadas en la retina. Silencios abrumadores que hicieron mover las fibras del corazón. Lágrimas que dejaron una huella en cada familia. Todo eso es Malvinas, orgullo, dolor, alegría y esperanza, una herida en el alma con la que se aprende a vivir. Por ello al recordar a los 649 caídos en Malvinas gritamos ¡¡¡PRESENTES!!!, porque viven en nuestro corazón.

Especial para El Rosalenio- Profesor Gonzalo Dinolfo

 

 

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